Procesos familiares y convivencia digital, una mirada desde el aprendizaje experiencial

¿Cómo se alinean los procesos familiares actuales con relación a los cambios que hemos vivido este año como sociedad, desde la mirada del aprendizaje experiencial?
El 2020 nos sorprendió con la llegada del COVID-19 a nuestras vidas, sufrimos pérdidas humanas, financieras y gran parte de la sociedad en general -por no decir que toda- tuvimos que adaptar nuestras rutinas y dinámicas familiares a lo que nos exigía la situación de pandemia por COVID-19. El sector de la educación quizá fue uno de los más afectados, las instituciones educativas cerraron sus puertas y con ello se abrió el camino a gran parte de las dificultades que se experimentaron al interior de la familia y que hoy día aún se vislumbran y perciben en gran parte dadas sus consecuencias.
Los hogares se convirtieron en el recinto escolar y laboral, y con ello los dispositivos tecnológicos se transformaron en nuestro mejor aliado para dar seguimiento a los diferentes objetivos tanto escolares como laborales, pues tanto familias como instituciones educativas evaluaban las alternativas para mitigar el riesgo en el aprendizaje de nuestros niños, niñas y adolescentes, experimentando uno de los mayores cambios de nuestra sociedad actual con relación a esta situación problema la cual nos sujetaba cada día con mayor fuerza.
Quien iba a pensar que la familia iba a ser el agente clave movilizador de cambio y el hogar el escenario por defecto para este proceso que convocaba al aprendizaje experiencial en la modificación de las diferentes dinámicas familiares y adquisición de nuevas alternativas para la educación y desarrollo, trayendo consigo ventajas y algunas dificultades.
Ahora bien, la dificultad se comprendió al analizar parte de los cambios negativos que estaban enfrentando las familias, las cuales se alineaban con algunos reportes de la OMS, que daban cuenta que el uso indiscriminado de pantallas en los niños y niñas entre los dos y siete años había aumentado en un 58%, así como el surgimiento del “gaming disorder” entre otros, producto de la modificación de rutinas, cambio de hábitos y en algunos casos asociado al aumento de la carga laboral de los padres y/o cuidadores.
Esta situación ha llevado a las familias a un proceso reflexivo en cuanto al acierto de nuevos métodos en la formación y educación de sus hijos, pero también en cuanto a lo que según su experiencia se debe modificar para no afectar negativamente la calidad de la educación y a tener un balance entre la convivencia tanto digital y familiar, teniendo siempre presente en la educación de sus hijos, la supervisión e información, lo cual conlleva a interiorizar nuevas alternativas para el uso asertivo de los dispositivos tecnológicos en el aprendizaje de sus hijos.